MENSAJE DEL PRESIDENTE CONSTITUCIONAL DEL PERÚ, DOCTOR VALENTÍN PANIAGUA CORAZAO, ANTE EL
CONGRESO NACIONAL, EL 28 DE JULIO DE 2001
Señor Presidente del
Congreso de la República;
Señores Jefes de
Estado y de Gobierno;
Señoras y señores
representantes de los Gobiernos de los países amigos del Perú;
Señoras y señores
Congresistas;
Señoras y señores,
pueblo del Perú:
Hace ocho meses, desde
esta misma tribuna, anuncié que nacía un tiempo nuevo. Atrás ha quedado ya la
imprecación indignada de ese nunca más que recorrió el país de uno a otro
confín, ésta es la aurora que no pudieron ver los que ofrendaron su vida o
cayeron alentando la ilusión de este largo combate social. Este es el nuevo día
que aguardaban los niños, los jóvenes, los trabajadores y las mujeres que
marcharon cantando su esperanza en el fragor del combate democrático hace
apenas pocos meses. Aquí están, vivos y palpitantes, su fe y sus sueños,
animando nuestra irrevocable decisión de cambio e inspirando esta inmensa
posibilidad que la historia ha puesto en nuestras manos, de hacer que el Perú
sea un hogar cálido y generoso como siempre debió ser para todos sus hijos.
Por eso, éste no es
solamente el acto de instalación de un régimen de limpio e inobjetable origen
democrático, ni la toma de posesión del doctor Alejandro Toledo Manrique,
ilustre ciudadano de probada ejecutoria personal y de clara e indudable
vocación constitucional. La historia, que nos dio la oportunidad de liquidar
definitivamente la república autocrática, ha querido convertirnos en
coprotagonistas del nacimiento de la república democrática. Esa república que
debe encarnar y realizar por fin la promesa y el sueño de la vida peruana bajo
los signos del cambio, del diálogo, la concertación, la solidaridad y la
afirmación de la identidad nacional y de la fe en el futuro de la patria.
La historia que ha
registrado ya la larga lucha popular librada en defensa de la libertad en la
última década, debe recordar también que, en este Congreso, que fulminó el
pasado, nadie rehusó su voto para construir el consenso que concluyó en un
proceso electoral que a todos también nos honra y prestigia.
Por eso, señor
Presidente, permítame rendir fervoroso y sincero homenaje, en su persona, en
usted que fue miembro del anterior Congreso y que es Presidente también de este
nuevo, al Congreso 2000-2001 que, con desprendimiento y patriotismo, allanó el
camino para que podamos, hoy, iniciar una nueva etapa constitucional en el
Perú.
En ese sentido,
tampoco puede olvidarse, en esta hora, la participación de la Organización de
Estados Americanos que, al propiciar la Mesa de Diálogo, desencadenó un proceso
que el pueblo del Perú agradece una vez más, así como la cooperación prestada
por toda la comunidad internacional en ese esfuerzo, cooperación testimoniada,
aquí, por los jefes y representantes de Estado y de Gobierno cuya presencia
saludo porque dan realce histórico a este acto.
La tradición, señor
Presidente, me obliga a depositar en sus manos esta banda presidencial que
simboliza la legitimidad del poder. Junto a ella, dejo al Congreso la Bandera
Nacional que me fue entregada por un grupo de jóvenes, y que fue lavada, una y
otra vez, por miles de mujeres y jóvenes, en simbólico repudio a la
arbitrariedad y a la corrupción.
Al entregar la banda
presidencial, declaro que he cumplido y he hecho cumplir la Constitución y la
ley, y que me he esforzado en todos los instantes de mi gestión por ser digno
del encargo de Presidente del Congreso y, luego, de Presidente de la República.
La Constitución me
impone, asimismo, la obligación de rendir cuenta de mi gestión presidencial. En
acatamiento de ese mandato, hace dos días hemos entregado al Congreso las
memorias de gestión de todos los ministerios. Esas memorias describen, de modo
pormenorizado, las políticas y decisiones adoptadas a lo largo de estos ocho
meses. Permítaseme, en consecuencia, señor Presidente, resumir, a grandes
rasgos, la situación en la que entregamos el país al concluir nuestra gestión.
I. La primera
obligación: elecciones limpias
Hemos asegurado la
libertad y la verdad electorales, según ha sido reconocido por el país y la
comunidad internacional. Agradezco a los órganos del Sistema Electoral que
cumplieron sus funciones, con ejemplar e inobjetable eficiencia y pulcritud.
Aplaudo, una vez más, la imparcialidad y neutralidad de los funcionarios
públicos, civiles, militares y policiales y, desde luego, el ejemplar
comportamiento de todos los líderes, de todos los partidos, de todos los ciudadanos
del Perú que demostraron al mundo su madurez cívica. Agradezco, finalmente, a
todos los observadores internacionales y nacionales que dieron fe de la
limpieza y transparencia del proceso electoral y de la legitimidad de las
elecciones producidas.
II. La
reinstitucionalización constitucional
La Constitución rige e
impera hoy en el Perú y se expresa en poderes e instituciones constitucionales
que ejercen sus atribuciones con plena autonomía. La reinstitucionalización
constitucional está en marcha y hay un claro proceso de afirmación del Estado de
derecho. En ese sentido, se ha intentado despersonalizar la Presidencia de la
República, devolviendo al Consejo de Ministros y a la función ministerial la
dignidad y el papel protagónico que les corresponde en su relación con el
Congreso y con la opinión pública del país.
Hemos iniciado el
proceso de reinstitucionalización de las Fuerzas Armadas y
de la Policía Nacional
y hemos hecho los estudios necesarios que pueden permitir la radical reforma
administrativa que el país requiere a fin de restablecer la carrera
administrativa, ordenar el régimen de remuneraciones y enfrentar el agudo
problema del régimen pensionario. Culminando ese proceso, hemos puesto en sus
manos, señor Presidente, el informe de una comisión de juristas que ha
estudiado las Bases de la Reforma de la Constitución.
Esperemos que el
Congreso tome la decisión, que en su sabiduría juzgue conveniente, para
asegurarle al país el programa de un nuevo quehacer histórico, sancionado en
una nueva Carta Constitucional.
III. La
redemocratización de la sociedad peruana
Nos hemos esforzado
por iniciar el proceso de redemocratización del Estado y la sociedad peruana
con la esperanza de echar las bases de una cultura de la libertad que conduzca
a una democracia gobernante, con participación activa de la sociedad civil a
través de sus instituciones representativas. Con ese propósito, hemos devuelto
a las municipalidades que lo solicitaron las atribuciones que le fueron
arrebatadas y hemos creado cauces para la participación institucionalizada de
la sociedad civil a través del Consejo Nacional del Trabajo, las mesas de
concertación de lucha contra la pobreza, la consulta nacional para la
educación, la iniciativa nacional anticorrupción y sendas comisiones de diálogo
civil-militar para la reinserción de las Fuerzas Armadas en el proceso
democrático del país.
IV. Estabilidad
económica y financiera
Entregamos, hoy, una
economía con las variables macroeconómicas en orden, con un dólar estable, sin
inflación, con algo más de 8 mil 630 millones de dólares en reservas
internacionales, con recursos para el pago de la deuda externa y con un aparato
productivo con claras señales de iniciar ya su reactivación económica. El
proceso de reinstitucionalización exigía, sin embargo, la creación del Portal
de Transparencia Económica que permite, ahora, al pueblo conocer y juzgar, día
a día, el uso de los recursos públicos y que es, asimismo, el gran antídoto
contra la corrupción que padecimos. Nuestra economía ha probado ya su fortaleza
al resistir las catástrofes producidas por las intensas lluvias del mes de
marzo y el trágico sismo que ha asolado el sur del país. Agradecemos,
profundamente, la solidaridad nacional e internacional en nombre de los pueblos
afectados, a los que, una vez más, quiero hacer llegar nuestros sentimientos de
pesar y nuestra convicción de que, muy pronto, restañarán sus heridas y
recobrarán el ritmo de su crecimiento y de su desarrollo.
V. Recuperación de la
imagen internacional y reinserción en la comunidad jurídica internacional
En concordancia con su
inalterable vocación democrática, el Perú ha logrado su plena reinserción en la
comunidad internacional, regularizando sus relaciones y cumpliendo con las
resoluciones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Ha suscrito,
asimismo, convenios y tratados que acusan su claro compromiso en la defensa de
los derechos humanos y ha promovido, activamente, la suscripción de la Carta
Democrática Interamericana como mecanismo de protección de la democracia en el
hemisferio. Nos hemos esforzado, por fin, en respetar los derechos humanos, en
reanudar y estrechar lazos y relaciones con todas las naciones del mundo, con
los organismos internacionales y, de manera especialísima, con nuestros
vecinos, con los que hemos intensificado todos los procesos de integración en
marcha.
VI. Reivindicación de
los valores y manifestaciones de la cultura ancestral del Perú
Reivindicar los
valores y manifestaciones de la cultura ancestral, además de reconocer y
revalorar la cultura y los derechos de las comunidades nativas e indígenas a
conservar y desarrollar su propia cultura ha sido preocupación explícita del
Gobierno Transitorio a fin de afirmar la identidad nacional. Hemos puesto,
desde luego, especial énfasis en ciertos proyectos e iniciativas. Conjuntamente
con Bolivia y Ecuador hemos solicitado a la UNESCO la Declaración del Qhapac
Nan, el Gran Camino del Inca, como patrimonio monumental de la humanidad. No
dudamos de que los Gobiernos de Argentina y Chile, por cuyos territorios
discurre el Gran Camino del Inca, se sumarán a nuestros empeños y que la
comunidad internacional cooperará, con nosotros, para su puesta en valor. Allí
está el mensaje de la tradición diciéndole a los pueblos andinos la forma cómo
puede hacerse la integración, la forma cómo lo hicieron nuestros antepasados.
En esta relación,
desde luego sucinta, que he hecho sobre diferentes aspectos del Gobierno de
Transición, no hago testimonio explícito de los esfuerzos empeñados en la
defensa de los derechos de la mujer y de los menores, en la preservación del medio
ambiente, en el relanzamiento del sector agropecuario, en la radical
modificación de la política laboral o en el esfuerzo de la política
penitenciaria y en nuestra esencial preocupación por la salud, la educación y
la descentralización del país. Queda, por cierto, una enorme agenda social y
económica, además de consolidar un proceso de moralización y de cambios que
son, sin duda, tareas de largo aliento y de difícil logro.
Señor Presidente del
Congreso:
Son muchos y muy
grandes los retos del futuro, podemos, sin embargo, mirar esperanzados el
porvenir. Tenemos en el doctor Alejandro Toledo Manrique un conductor legítimo
y lúcido, y a un conjunto de demócratas probados, decididos a enfrentarlo. El
pueblo debe confiar en ellos. No hay desafío que esta nación no haya superado
en el pasado. Ayer, nomás, fuimos capaces de enfrentar los embates de la crisis
y enrumbar nuestro destino. Están intactas las reservas morales de esta vieja y
gloriosa nación que hace 5 mil años levantó en Caral, la Ciudad Sagrada del
Fuego, la más antigua civilización del hemisferio. De una nación que, con
sabiduría y terca porfía, venció la hostilidad del desierto para erigir Chan
Chan, del mismo modo que sorteó las breñas de la cordillera y de la selva
tropical para construir, en gesto orgulloso y magnífico, Machu Picchu, Chavín
de Huántar, Choquequirao o Vilcashuamán, como signos de su voluntad de
sobrevivir en solidaridad a pesar de todas las adversidades. Ese es el signo.
Al dejar el Gobierno
Transitorio, no puedo ni debo silenciar a quienes hicieron llevadera, o
inspiraron, nuestra acción. Permítaseme, pues, expresar mi profundo
reconocimiento a ese ilustre peruano que es don Javier Pérez de
Cuéllar, sin cuyas
luces, calidad humana y generosa cooperación y sin la valiosísima y
sobresaliente participación de los ilustres ministros que lo acompañan, no
habríamos podido sortear estas horas azarosas y difíciles. Mi reconocimiento a
todos los poderes del Estado e instituciones constitucionales autónomas; mi
recuerdo comprometido a los alcaldes y regidores que nos acompañaron, con la
misma fe con que los servidores públicos, silenciosa y sacrificadamente,
testimoniaron su entrega al Perú. Nuestra gratitud a las instituciones de la
sociedad civil y a los medios de comunicación social que apostaron, con
nosotros, por el cambio.
Pero, sobre todo, mi
gratitud imperecedera al pueblo del Perú que, en medio de la tempestad, no
perdió jamás la ilusión, como no la perdieron los jóvenes y niños que, con su
fresco entusiasmo, nos infundieron fuerza en la tarea. A todos ellos, les pido,
en esta hora, no desmayar en el empeño, sabiendo que el Altísimo no desoirá la
plegaria de un pueblo que ama la paz y anhela la reconciliación, y que está
decidido a reprender su camino en la historia, bajo la misma divisa que los
padres fundadores inscribieron, en el Escudo Nacional, como una apuesta y un
anhelo de futuro que ahora repetimos como conjuro y como una clara
determinación, para que el Perú sea siempre firme y feliz por la unión.
Cumplo ahora, señor
Presidente, con entregarle la banda presidencial que simbolizó el poder con que
el Congreso me exaltó a la Presidencia de la República.
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